Desde Los Himalayas 293
“¿Hacemos una fiesta?” No recuerdo por qué ni cómo fue que surgió la idea, no había pasado algo realmente con motivo de celebración, pero como cualquier niña de cinco años que ama los dulces, el pastel y el confeti, respondí que sí. ¿Y qué si no había ingredientes para hacer un pastel? Un montón de panqueques apilados en una gran torre era más que suficiente para mí y mi papá, quien todo lo solucionaba de la forma más divertida y creativa posible. Recuerdo que mientras él seguía haciendo el pastel (torre de panqueques) aún más grande, yo me di a la tarea de preparar el lugar. Saqué una pequeña mesa rosa junto con dos sillitas igual de diminutas que yo, las cuales arrastré en medio de la sala, las posicioné (según yo) perfectamente y esparcí confeti por donde me diera a entender, estaba listo. Mi papá trajo todo a la mesita y se sentó en la pequeña sillita al lado mío, yo sonreía encantada con nuestra pequeña fiesta. Pero no voy a mentirles, seguramente dormí tarde esa noche de tanto azúcar.
Hasta hoy sigo sin recordar si realmente había algún motivo importante detrás de haber hecho eso, seguramente no. Porque así era mi Pa’, de repente ya estabas a mitad de una búsqueda del tesoro que él preparó esa misma mañana muy temprano, junto con un mapa que él mismo hizo con un lápiz y colores, y pistas que dejó cuidadosamente por la ruta. ¿Y por qué? Por hacerte meramente feliz.
Sé que mis hermanos y yo vivimos una niñez llena de aventuras y anécdotas que recordaremos y llevaremos con nosotros toda la vida gracias a su manera tan divertida y especial de enseñarnos el mundo con nuestros propios ojos. Muchas veces su idea de un fin de semana era llevarnos al bosque y explorar cada centímetro de este, o en ocasiones cuando no nos sentíamos con mucha energía, iríamos a la biblioteca a seguir conociendo a través de los libros. No importaba la forma, con mi papá no había día que no aprendiese algo nuevo, único y especial.
Mi Pa’ me vio crecer por dieciocho años, y yo a él, y algo que seguramente le molestará que saque a relucir, es que a mí me gustaban sus canas. Él no era el más fanático de la idea de envejecer, pero a mí me gustaban, porque me gustaba la idea de que crecían junto a mí. Y se supone que así debía ser, se supone que nos veríamos crecer.
Me hubiese gustado mucho haberlo invitado alguna vez a comer con mi propio dinero, viajar juntos, contarle sobre mis aventuras en la universidad, sobre los amigos que he hecho, los proyectos que planeo llevar a cabo, pedirle su consejo y hablarle de las mil cosas que me suceden en mis prácticas. Me hubiese gustado seguir compartiéndonos música, que me contara de sus increíbles y fascinantes ideas, del viaje que tuvo la otra semana o preguntarnos que película iríamos a ver hoy en el cine.
No sé cuántas veces abrí y cerré el mismo documento vacío el día de hoy, ayer y el día anterior a ese. Esta hoja en blanco incluso me acechó en mis sueños y asaltaba mis pensamientos en cualquier momento del día. Y es que, he estado evitando escribir este texto por dos años. Aún me cuesta aceptar que la razón por la cual redacto esto es porque él ya no está aquí.
Inconscientemente he hecho que me acompañe de muchas maneras, por la ropa que tomé de su closet y uso en muchos de mis días, en los muñecos que me regaló de pequeña y me acompañan al dormir, en el estuche que llevo a la escuela, y en muchos de los gustos en películas, comida y música que compartimos. Sin darme cuenta a veces pienso “Cuando vayamos en el coche le pondré esta canción”, “Sé que esta película le va a encantar”, “Ya salió la siguiente temporada de la serie que vimos juntos, voy a avisarle”. Así que sí, aun sigo negociando conmigo misma que ya no habrá una próxima vez.
Mi papá no era alguien perfecto, pero siempre estuvo ahí, intentando ser mejor para la gente que le importaba y para sí mismo, y eso poca gente lo practica. Admiro infinitamente su fortaleza y compromiso que aplicó en todos los aspectos de su vida, y que lo convirtieron en una persona confiable y leal. Quisiera que vea que todo lo que me ha enseñado lo he aplicado en mi vida y me ha ayudado en este proceso de convertirme en la persona que soy ahora. Le agradezco los valores, enseñanzas e ideales que me dejó, así como todas las personas, familia y amigos, que me acompañan y quieren.
Deseo con todo mi corazón volver a charlar con él. Y si hay un Dios, o el universo, quién sea, que por favor me permita abrazar a mi papá una vez más.
Con mucho amor y añoranza, tu Jimenita.
Jimena Romero
Editorial
ABZ Turístico