DESDE LOS HIMALAYAS 292
Dice Gabriela Mistral que “recordar un buen momento es sentirse feliz de nuevo”, y esta frase, en este instante, queda perfecta al pensar en mis inicios en la hotelería, y en aquellas personas que estuvieron presentes y a las cuales les estoy y estaré eternamente agradecida. Alguien de quien sentí un gran apoyo en ese momento y de donde surgió una muy bonita amistad, fue de Jesús Romero.
Desde el inicio hicimos una excelente mancuerna de trabajo; nos ayudaba con el servicio de blitz y después se extendió con participaciones en la revista. Su seguimiento como proveedor iba más allá de lo que le correspondía hacer, siempre estaba atento por si te sucedía algo extraordinario como una enfermedad.
Desde mi perspectiva, Jesús era muy comprometido, integro, humilde de corazón, discreto, siempre con una sonrisa, y su persona transmitía mucha paz. Platicábamos de nuestros proyectos, familia y del bello Puerto Vallarta, que no podía faltar.
Admiré y sigo admirando su personalidad, su dinamismo para compaginar lo laboral con su pasión: las carreras. El disfrutar cada viaje que hacía al máximo y contarlo a sus amigos como si siguiera en ese lugar, era algo muy bonito, porque parecía llevarte hasta cada uno de esos lugares que había conocido. Además de sus conversaciones, hay tres momentos que jamás olvidaré.
El primero, fue una vez que estaba en mi oficina y recibí una llamada suya en la que me dijo: “Lupita, por favor dime la canción que más te guste”, “¿cómo?”, le respondí, “sí, la que más te guste”, recuerdo haberle preguntado que para qué la quería, y su respuesta fue simple: “es que voy a correr en Nueva York y le estoy llamando a mis amigos para inspirarme al momento de correr”, mi respuesta fue: “Hold the line de Toto, esa me encanta y te ayudará mucho”, me dijo “OK, ¡muchas gracias!”. Qué bien me sentí con esa llamada.
Un segundo momento fue cuando hizo un viaje a Escandinavia; le comenté que los paisajes de sus fotos eran hermosos, y me dijo “mira ésta, estoy sentado en una piedra que sale de una ladera de un fiordo y es el más grande del país”, de allí comenzó una increíble plática a detalle de su recorrido.
La tercera ocasión sucedió un mes y medio antes que falleciera. Lo vi junto a Fabi en Monterrey, estábamos trabajando en ARLAM y tenía mucho tiempo sin verlos. Me dio mucho gusto saludarlos y tener una plática extensa, pero muy gratificante.
De allí, a su deceso, no hubo mucho tiempo más para poder compartir, fue una noticia inesperada que no podía creer, era difícil de aceptar, pero son las decisiones de Dios, y solo me queda agradecer todos esos momentos que tuvimos, las charlas interminables, y el poder conocer a una persona como Jesús.
Guadalupe Arreola
Ventas
Crown Paradise Puerto Vallarta