DESDE LOS HIMALAYAS 302
“A Gzuz, que nos enseñó que el verdadero legado se mide en amor, en ideas y en los corazones que uno toca”.
Hola Gzuz.
No sabes cuánto he pensado en ti estos días, desde que supe que me tocaba escribirte esta carta. No es fácil, la verdad. Hay tanto que decirte, tanto que agradecerte.
Siempre fuiste alguien especial, y no lo digo solo porque te tuviera cariño, sino porque eras de esas personas que de verdad dejan una huella profunda. Siempre pensando en cómo ayudar, en cómo levantar a los demás, en cómo compartir todo lo que sabías. Tenías esa rara habilidad de ver lo mejor en las personas, incluso cuando nosotros mismos no lo veíamos. Y no solo veías nuestro potencial: creías en él con una fuerza que nos empujaba a seguir adelante, incluso en los momentos más duros.
Contagiabas esa energía que hacía que todo pareciera posible. Y no solo era un entusiasmo de palabras: tú trabajabas, te arremangabas, te ponías al lado de quien lo necesitara para enseñarle, para impulsarlo, para recordarle que valía la pena soñar en grande. Trabajar contigo no era solo aprender sobre proyectos o ideas; era aprender a confiar en uno mismo, a no rendirse, a seguir creyendo incluso cuando el camino se hacía difícil.
La revista que fundaste sigue viva, ¿sabes? Fa la ha tomado entre sus manos con toda la pasión, el amor y la fuerza que tú sembraste en ella. No ha sido un camino fácil, pero su constancia, su entrega y su fe, esa misma fe que tú le enseñaste a tener la han llevado a seguir construyendo ese sueño.
Cada edición es como un pequeño homenaje a ti: en cada palabra, en cada idea, en cada nueva propuesta, se siente ese espíritu inquieto y generoso que tanto te caracterizaba. Yo sé que desde donde estás la ves sonriendo orgulloso, sabiendo que tu legado no solo sigue, sino que crece.
Yo también estoy aquí, recuerdo perfectamente ese día, ese momento tan lleno de significado, cuando me miraste profundamente. No hizo falta que dijeras nada. Tus ojos me lo dijeron todo: me pediste que cuidara de tu “Bodoquito”, de tu “Pedacito de cielo”.
Desde ese momento, cuidar de tu “Sofillín” se volvió una de esas cosas que hago con todo el corazón y con todo el amor del mundo, como quien cuida un pedacito de ti.
Y aquí sigo, acompañándola mientras crece, con esa inteligencia tan tuya, esa manera de observarlo todo, de hacerse preguntas. A veces basta verla resolver algo, para sentir que de alguna manera sigues aquí, creciendo junto a ella.
Es impresionante ver cuánto de ti hay en ella. Tu forma de cuestionarlo todo, de no conformarte nunca con lo fácil, de buscar siempre algo más. Hay días en que verla me llena de una nostalgia enorme, pero también de una alegría profunda, porque sé que tu luz sigue viva en ella.
Quiero aprovechar también para darte las gracias. Gracias por haber creído siempre en Fa, por impulsarla a confiar en su talento, por enseñarle que todo lo que soñaba era posible si le ponía el corazón. Hoy sigue construyendo ese camino que alguna vez empezaron juntos, con la misma pasión y valentía que tú siempre viste en ella. Cada paso que da, cada logro, lleva tu fuerza detrás. Gracias también por confiar en mí y en todos los que te rodeábamos. Porque si algo te caracterizaba era esa manera tuya de creer de verdad en la gente. Nos hiciste sentir capaces, grandes, necesarios.
Nos hiciste creer que podíamos alcanzar cualquier meta, incluso cuando nosotros dudábamos. Esa fe que sembraste en cada uno de nosotros sigue floreciendo. Hoy cada logro, cada paso que damos, lleva un pedacito de esa confianza que nos regalaste.
Y también quiero agradecerte por algo que a veces no decíamos en voz alta, pero que todos sentíamos: gracias por estar siempre al pendiente de toda la familia. Siempre buscando cómo ayudar, cómo preguntar si necesitábamos algo, cómo acompañarnos en silencio. Tu manera de cuidar era genuina y constante, y aunque no siempre lo dijéramos, todos sabíamos que podíamos contar contigo.
Te extrañamos mucho, claro que sí. En los grandes momentos, pero también en las pequeñas cosas: en una conversación donde tu consejo habría sido perfecto, en una idea loca que habría sido todavía más loca si tú la hubieras imaginado, en un silencio compartido de esos que decían más que mil palabras.
Te extrañamos en cada viaje, en cada ida al rancho, en esas reuniones donde tu forma de ver la vida hacía todo más especial. Se siente tu ausencia, pero también se siente tu presencia: en los sueños que no dejamos morir, en las luchas que decidimos seguir peleando, en el amor que seguimos eligiendo dar.
Gracias por todo, Gzuz. Por lo que fuiste, por lo que sembraste, por las vidas que tocaste.
Aquí seguimos, caminando con tu recuerdo en el corazón, honrando tu ejemplo, tratando de ser cada día un poquito más como tú: generosos, valientes, soñadores.
Te llevamos siempre con nosotros. Y mientras sigamos soñando, mientras sigamos creyendo, mientras sigamos luchando… tú vas a estar aquí. Con todo mi cariño y gratitud infinita, Betsy.
Betsy Campos Campos
Auxiliar Administrativo
ABZ Turístico