DESDE LOS HIMALAYAS 276
Hace más de 11 años que llegué a trabajar a ABZ Turístico; recuerdo que José Gómez “Pepillo” me preguntó si quería trabajar en una revista que se entregaba a las agencias de viajes, yo acepté porque en mi actual trabajo solo descansaba un día entre semana y yo quería hacerlo los fines de semana.
Recuerdo muy bien que fui con mi carpetita llena de papeles, con mi solicitud de empleo, copias, la CURP, acta de nacimiento, y más; cuando llegué, me pasaron a la oficina de Jesús, él solo me preguntó tres o cuatro cosas, no vio mis papeles, me regresó mi carpetita y me dijo: “estás contratado”, fue algo extraño, porque en ese momento ya formaba parte de ABZ, así fue como conocí a Jesús.
Una vez dentro de la empresa fui capacitado por el mismo Jesús Romero, desde cómo armar la ruta, hasta platicar de algunos lugares para poder llegar a comer, ya que nuestras primeras charlas fueron también sobre sus inicios y trayectoria como mensajero, así poco a poco me fui empapando de todo lo que había que saber sobre la distribución de la revista y logré sumergirme en el medio turístico.
En ese entonces pocas veces veía a Jesús, y lo poco que hablábamos era sobre qué traía de comer o qué deporte me gustaba, cosas que ese momento veía como irrelevantes, pero que con el tiempo se convertirían en un pilar para iniciar una gran amistad. Con el paso del tiempo empezamos a hablar más, los lazos se hicieron más fuertes, y pasamos de ser “Jesús el patrón”, a ser “Jesús el amigo y patrón”.
Las salidas con él se hicieron más frecuentes, desde aprovechar la hora de la comida para salir a algún lugar, momento en el que las pláticas se hacían interminables y así pude conocer otra faceta de Jesús en la que él fue futbolista profesional de 2da. división, pero una lesión en el tobillo detuvo sus planes.
También me invitaba a correr y a andar en bicicleta, de ahí recorrimos muchos kilómetros y cuando el cansancio y el hambre se hacían presentes, parábamos a comernos nuestro clásico “lonche de aguacate” acompañado nuevamente de esas charlas infinitas.
Llegué a convivir de cerca con su familia, en los cumpleaños de sus hijos, bautizos… e incluso, en una de esas fiestas recibí una invitación para festejar un año más de vida de Fabiola Campos en Zacatecas; con todo gusto acepté hacer ese viaje en el que también aprovechamos para irnos al cerro en bicicleta, donde Jesús me mostró otra de sus pasiones, la fotografía, porque a donde fuéramos llevaba su cámara en mano y en algunas ocasiones hasta el dron.
Era una persona que me daba consejos de vida, motivación y superación en momentos complicados, como en la pandemia que decía que esto no duraría para siempre, me contagiaba de su optimismo y a ver la luz al final del túnel. Me dio consejos sobre cómo mantener a la familia unida y estar bien con ellos, buscando momentos para pasar tiempo de calidad con ellos, tal y como él lo hacía a pesar de tener siempre cientos de compromisos.
Nunca me tocó verlo exaltado ni decir ni una mala palabra, no se enojaba por nada a pesar de que una vez me robaron una moto, recuerdo que solo dijo “no hay problema ´Gallo´, son situaciones de trabajo que pasan”, siempre buscó la manera de que estuviera a gusto trabajando para él.
Fue muy lamentable y sorpresiva a la vez su partida a Los Himalayas, ya que se había convertido en un gran amigo, un magnífico patrón y era un excelente ser humano. Algún día llegaremos juntos allá, a la cima de Los Himalayas, él ayudándome a subir a lo más alto como siempre lo hizo.
Desde aquí envío un abrazo de esos que acarician el alma para ti, mi amigo Jesús Romero Palacios. No es un adiós sino más bien un “hasta luego Gallo”.
Carlos Vidal Escobar Morán
Coordinador de mensajería