Letras con sabor a mar 165
Ciudades grandes, pueblos chicos
Siempre me han fascinado las grandes ciudades, quizá porque vivo en un pequeño pueblo y la nostalgia de la ciudad me hace soñar con que en mis viajes encontraré ahí lo que en un pueblo no se encuentra. Ante todo cultura, de la que se lee, se come, se goza… sí, porque aunque es una bendición poder vivir en un espacio pequeño, sin los problemas de tráfico y contaminación, donde todavía nos conocemos todos, es excitante poder viajar a las grandes capitales del mundo y ver cómo vibran las 24 horas del día.
Un amigo me mandó un artículo de Eduardo Caccia que había sido publicado en el periódico Reforma, sobre cómo se puede exportar cultura; hablaba en especifico de cómo en las grandes ciudades han encontrado la forma de hacerlo. Vender cultura nunca ha sido fácil; es más cómodo no ser culto, permanecer sin saber mucho para que no se nos exija tanto. Pero con un poco de imaginación, podemos vender cultura, en una forma divertida y en las actividades del día a día.
¿Cómo enseñamos a los niños a leer, si en casa no se lee? Mirando menos televisión e informándoles que, si bien las formas de comunicación hoy son inmediatas con el acceso de internet, también hay sitios interesantes donde pueden encontrar lecturas acorde a su edad, ¡entonces vamos a vivir las bibliotecas!
¿Cómo ensañarles a disfrutar la cultura? Hay que invitar a nuestras autoridades a que traigan cultura de calidad a nuestros espacios públicos: teatro, danza, música, pintura… pero no sólo eso, a nosotros nos toca asistir, llevar a los niños y aprender juntos de esos eventos.
¿Cómo enseñarles a comer, si no hay imaginación para cocinar? Los adultos tenemos la obligación de cuidar la nutrición de los menores, algo cada día más fácil gracias a tanta información que se comparte en todos los medios.
¿Cómo enseñarles a apreciar?… Esta mañana veía un programa de Discovery Channel y me maravillaba de las escenas de cada capítulo; cuando salgo de mi casa, veo que tengo justo a mi puerta un mundo por descubrir, nos toca como adultos sensibilizar a los pequeños a apreciar y cuidar de la naturaleza.
Todo esto lo digo para llegar a un punto: no importa dónde vivamos (ciudad grande o pueblo chico), en cada espacio hay magia, si la sabemos encontrar; las grandes ciudades nos enseñarán un tipo de cultura, las ciudades pequeñas, otro. Pero todas se parecen en algo: son habitadas por seres humanos que viven y sueñan; es ahí donde tenemos TODO en común: todos vivimos y soñamos… y todos comemos.
¿Por qué no sentirnos orgullosos de los productos que comemos y que encontramos en nuestros mercados, como una forma de vender cultura? Somos lo que comemos, muchas veces lo hemos leído, y así es. La cultura se refleja también en la calidad de los mercados, el orgullo con el que los productos son expuestos, las regiones que representan y la marca que va dejando en la vida de muchos el ser productores.
Tenemos un gran país que produce de todo, casi todo el año; comer lo nacional ayuda a ser sustentables, a conservar las familias unidas por el trabajo del campo y alrededor de las mesas. Cocinar ayuda a preservar recetas milenarias y difundir la cultura de lo que somos a través de nuestra gastronomía.
He tenido la suerte de llevar la gastronomía mexicana por varios países del mundo y siempre me maravillo de las expresiones de la gente que la prueba, porque nace un brillo especial en sus ojos al descubrir el abanico de sabores, colores y texturas de nuestra cocina. La gastronomía es cultura; muestra nuestras raíces milenarias; comparte nuestro mestizaje que es fusión de migraciones que se han dado a través de los siglos, así como la modernidad ante esta nueva era de la cultura gastronómica.
Vender cultura no es cosa fácil, ¡pero vamos aprendiendo a comer cultura! Éste será el inicio de una nueva época para nuestro país, ¿qué tal si hacemos turismo gastronómico? Ayudemos a la economía nacional consumiendo lo que el país produce.
Buen provecho, de cultura.
Betty Vázquez, Chef.
www.garzacanela.com