Especial Octubre mes del cáncer de mama
La pérdida de un ser amado debe ser sin duda uno de los episodios de vida más dolorosos que el ser humano pueda experimentar; hay quienes ya pasamos por esto y para quienes no, muy probablemente algún día lo harán, al fin y al cabo es parte de la vida, pero ¡cómo cuesta adaptarnos a ello!
Por supuesto que también todos, unos más, otros menos, poseemos un grado de fortaleza, aunque por más que se tenga hay momentos en que es insuficiente; a quienes no tenemos tanta lo que nos ayuda a seguir es el apoyo de aquellos otros seres queridos que nos impulsan a irnos sobreponiendo y resignando poco a poco a retomar el curso normal de nuestras vidas, aun con esa ausencia insustituible; “nunca será igual”, pensamos, y de hecho es así, pero éste “nunca será igual” no tiene por qué ser triste, pesaroso o depresivo, hay que darle marcha a las enseñanzas que nos dejaron y darle valor al legado que muchas veces ni estamos conscientes que recibimos.
Escribirlo es muy fácil, pero se necesita tiempo, ¡¡bendito tiempo!!, para ser receptivos al apoyo de cualquier tipo, sobre todo ayuda el estrechar los lazos afectivos con quienes tenemos aún y de quienes además en la mayoría de los casos somos responsables, esto nos llevará a que esos recuerdos, ya sea una fotografía, un aroma, un lugar, el recordar y hasta casi escuchar su voz, la mirada, una vivencia (de momentos felices o no)… de a poco, en vez de que nos hagan sentir mal y tristes, nos harán esbozar una sonrisa.
En lo particular yo he vivido un poco de lo anterior y al paso de tres años de haber perdido a mi madre puedo decirles que la siento más viva en mí con el tiempo, el apoyo de mis seres queridos y algunas acciones que me he propuesto hacer, muy pequeñas la verdad pero que me han permitido sentirme mejor y poder creer que ella se sentiría, no necesariamente orgullosa pero al menos conforme porque he empezado a darle sentido y valor a su experiencia con el cáncer. La maestra Martha, mi mamá perteneció a una generación en la que la difusión, cultura y la práctica de prevención no eran tan habituales y literalmente hasta que se sintió muy mal se atendió, y fue cuando se le detectó el primer tumor por allá del año ’93; pasaron 19 años en los que tuvo días, semanas y hasta meses muy buenos, de aparente perfecta salud, pero el cáncer que se le diagnosticó “a tiempo” seguía latente en su cuerpo, y a la menor oportunidad mostraba su presencia en una u otra parte de su organismo. En el lapso de esos 19 años, el estudio del cáncer, nuevas medicinas y tratamientos, sumados a su fortaleza, la inquebrantable fe en sus creencias y sus increíbles ganas de vivir, le permitieron sobrellevar innumerables citas con oncólogos que le daban casi siempre malas noticias; médicos alternativos que la entusiasmaban (y algunos que por etapas eran eficientes); muchas caídas y desmayos; incontables quimioterapias; nuevos padecimientos y enfermedades como la diabetes, provocados por los efectos tan fuertes de éstas últimas.
A lo largo de esos 19 años pasó por 16 cirugías, la primera en el cerebro, en la que debieron extraerle un tumor que se encontraba entre los dos hemisferios cerebrales; contra todo pronóstico sobrevivió y me tocó ver que despertara después de varios días en coma y a punto de ser desconectada de los instrumentos que la mantenían viva, pues la institución médica donde se encontraba no daba más permiso de seguir utilizándolos. Se recuperó y volvió a la normalidad por un tiempo, pero después apareció en un riñón, útero, la piel, ganglios y también cáncer de mamá, por lo que se le realizó una mastectomía; la última vez en 2010 fue de nuevo en su cabeza, pues un vestigio de ese primer tumor creció de nuevo. Otra vez contra todo pronóstico, Dios no la prestó dos años más.
16 de 16… tuve la dicha, pues ahora lo veo así, de poder estar presente en todas y cada una de su entradas a la sala de cirugía del hospital en turno; de escucharla despedirse de mí por si algo salía mal; de verle su mirada con temor pero sonriendo y diciéndome “te veo al rato, no te vayas ¿eh?”. Por supuesto no me iba… y cada vez estuve allí cuando despertaba una vez pasada la anestesia; casi siempre sonreía al despertar y decía “Hijo, ¡me esperaste!”. Una semana antes de que se me fuera, en una de esas tantas pláticas que teníamos me dijo: “Si tuviera que pasar por todo otra vez, lo haría con gusto si me garantizaran tener la misma madre, los mismos hijos y nietos”. Mi madre, con esa vida complicada, supo ser feliz.
Otra mujer ejemplar que tuve el privilegio de conocer, que desafortunadamente padecía un cáncer de mama extremadamente agresivo pero que supo “engañar” a propios y extraños y convencernos con su auténtica alegría, optimismo, pasión y gusto por su trabajo, con esa sonrisa y particular forma de ser no le gustaba preocupar a nadie y logró por mucho tiempo hacernos creer que todo estaba bien; amada por sus padres y hermanas, por sus hijos y Pepe su pareja; muy querida por el medio turístico, clientes y compañeros de trabajo donde fácilmente hizo muchos amigos, algunos muy cercanos (en especial Chucho, de quien me decía: “Siempre le estaré agradecida a Dios por haberlo puesto en mi camino, si no fuera por su apoyo ya hubiera tirado la toalla”). Uno de sus tantos sueños era el obtener una casa para sus hijos, quienes le daban la fuerza para seguir; pudo cumplir esa ilusión, habitó su propiedad con su familia apenas unos meses. Finalmente en junio de este año, con tan sólo 35 años, el cansado cuerpo de Karlita González tuvo que ceder a la fuerza de su enfermedad.
Si el requisito para vivir fuera “tan sólo” un espíritu inquebrantable y un amor infinito por sus seres queridos, sin duda miles de mujeres valiosas como Karla y mi madre estarían con vida, pero lamentablemente año con año sus cuerpos son vencidos por el cáncer de mama. Inspirados en sus ejemplos de vida y en la experiencia de sus familiares que también padecen y sufren la enfermedad sin tenerla en ellos, es que decidimos hacer algo: empezando por esta nota que busca concientizar sobre la necesidad de prevenir finales fatales, promoviendo la autoexploración y la realización de estudios y exámenes regularmente; la información es nuestra principal arma contra este mal; ayudar a que esta cultura crezca no es un favor, es un compromiso. Cualquier acción, por pequeña que sea, puede significar mucho; pensemos cuántos casos en los que el cáncer de mama gana, pudieran evitarse y prevenirse haciendo una detección temprana, con lo que las probabilidades de supervivencia y erradicación de células cancerígenas sean cada vez más y más, con lo que tendríamos más ejemplos de vida en vida.
Jesús Romero.
Karla González, siempre guerrera
Cuando alguien enferma, y más con padecimientos como éste, no sólo la persona sufre, al lado de ella se encuentran esas personas que sufren junto con ellos, empujando la silla de ruedas, bañándolos con amor y cuidado, esperando junto a su lecho para sobrellevar los efectos de las quimioterapias; se limpian las lágrimas para mostrar un rostro de valor que anime a sus seres queridos, están junto a ellos durante esas noches eternas cuando nadie es capaz de dormir, con el corazón partido pero siempre luchando brazo con brazo.
La esencia de Karla se encuentra más presente que nunca en su familia y aunque de vez en cuando sonríen, al mencionar su nombre siempre se hace el silencio, aun es difícil asimilar que ya no está. Su padre, don Carlos, se reconoce a sí mismo como alguien que derrama lágrimas con facilidad, pero aun así es quien apoya a su esposa y sus hijas cuando la carga se hace más pesada: “Cuando Karlita se fue se llevó una gran parte de nosotros; nosotros dos siempre tuvimos una relación muy especial, y jamás voy a poder superar el que ya no esté aquí, es algo que no puedes olvidar y es un dolor más grande de lo que puedas imaginar jamás, te queda un hueco en el corazón que no puede llenar ninguna frase bien intencionada ni ningún consuelo. Ella siempre procuró que no nos diéramos cuenta de todo lo que estaba pasando y aunque nosotros sabíamos cuál sería el desenlace de su historia, ella mantuvo su sonrisa y su actitud positiva hasta el último minuto”.
Don Carlos nos cuenta anécdotas para ilustrar esa manera de ser tan especial. Recuerda que pocos días antes de partir, iban regresando del hospital: “Yo iba manejando y ella me dijo de repente: “Papá, cuando me cure…”, no pude evitar que se me escapara una lágrima y ella alcanzó a verla, y lo primero que me dijo fue: “¡No llore, no sea “joto”!” y soltamos la carcajada, así que puse el radio y ella comenzó a moverse al ritmo de una canción muy movida. Era su naturaleza, siempre protectora y animada, y no te quedaba más que enjugarte el rostro y sonreír junto con ella”. Su mamá se encuentra con nosotros, pero no habla, al igual que su hermana mayor Doris. Conforme pasan los minutos, al escuchar a su padre compartir recuerdos alegres y hasta chuscos de esa persona tan auténtica que era Karla, su gusto por andar siempre arreglada, su pasión por bailar, su enorme amor por sus hijos, ellas se acercan y nos comparten también.
Doris siente su partida todavía muy cercana: “Para mí está de viaje, todavía no me convenzo de que Karla ya se nos fue; vimos su enfermedad durante estos tres años y cómo su cuerpo iba apagándose por partes, pero ella estaba viva y luchaba por evitarlo. Un día antes de fallecer, cuando la íbamos a internar y mientras mi papá estaba en otra habitación buscando algunas cosas, Karla me pidió que la maquillara sin que él se diera cuenta, porque no podía salir a la calle con la cara lavada” nos cuenta mientras sonríe con nostalgia. Su mamá comenta espontáneamente: “Así era ella, tenía unas ganas de vivir enormes”.
Los seres humanos somos muy curiosos, en ocasiones nuestra intuición nos indica que algo no está bien pero al sentir que tenemos un compromiso con los demás, o por el simple hecho del temor a recibir una mala noticia, Karla jamás bajó los brazos ni por un segundo, enfrentó su enfermedad con una energía avasalladora y con la seguridad de que saldría adelante, y si el tiempo hubiera sido más generoso con ella, seguramente así habría sido. Doris nos compartió un pensamiento al respecto: “Poco tiempo antes de que la diagnosticaran, Karla se detectó una bolita en un seno, pero siempre puso a los demás por delante de ella misma, así que lo minimizó y siguió trabajando y dedicándose a sus hijos con todo su corazón. Cuando por fin la diagnosticaron estaba ya en etapa 4 y los doctores no pudieron hacer mucho por ella, tal vez una detección más temprana hubiera cambiado su historia”.
“Todavía me cuesta trabajo encontrar las palabras para expresar lo que siento; sólo puedo decirte que estoy muy agradecido con la vida por haberla compartido con ella y siempre la llevaré en mi corazón y en mi alma; Karla fue una guerrera que siempre luchó por sus hijos, eran su prioridad. Estuvimos juntos durante cinco años, gracias a ella me superé y ella me amaba por quien yo era, con todas mis carencias, yo la amaba y la amo y todo lo que vivimos en estos años de dolor los pasé junto con ella, respondí lo mejor que pude porque ella valía eso y mucho más. Es difícil encontrar alguien que te ame por lo que eres y ella era todo para mí, me sorprendía cómo esa persona tan hermosa me eligió a mí; siempre la voy a llevar en mi corazón, jamás encontraré a alguien como ella, siempre será mi vida, mi alma y mi esperanza de seguir adelante”. José Gabriel Rodríguez.
“Escribirle a mi hermana Karla es comenzar a derramar lágrimas porque sé que ya no está aquí, sonriendo y diciendo sus cosas tan simpáticas y reales; a todos nos ponía en nuestro lugar y siempre era honesta en todos los sentidos. Su ausencia es marcada entre nosotros, su familia, porque así de marcada fue su presencia. Yo soy sólo dos años menor que ella, y tuve cáncer 1 año y medio antes que ella, ella me cuidó y apoyó durante mi enfermedad y hoy estoy aquí escribiéndole con todo mi amor y dolor porque su partida se llevó parte de mi alegría. Fue mi compañera de vida; mi niñez y adolescencia las compartí con ella, cuando se casó y tuvo a sus hijos seguimos cercanas (soy madrina de bautizo de su hijo mayor), y hasta el último momento permanecí a su lado. Pienso que pude haber hecho más pero eso lo descubro ahora que no está; ella era tan entera en su carácter que confiaba plenamente en que vencería al cáncer, quizá por eso no superamos su pérdida, confiábamos también en que ella permanecería aquí por su simple voluntad y se haría vieja con nosotros.
El cáncer contra el que luchó por más de tres años es un monstruo que nos arrebató a una magnífica madre, hija y hermana, gran amiga, sorprendente trabajadora y un ser humano lleno de cosas buenas; nadie merece padecerlo y cuando pienso en ella, me parece increíble que la enfermedad haya ganado. Jamás sabré si fue detectado a tiempo o no, lo que sí sé es que casi siempre es asintomático y esto hace mucho más complicada su detección. Si volteamos a nuestro alrededor veremos cada día a más personas que mueren a causa de la enfermedad, por eso es tan importante que si sientes algo diferente en tu cuerpo, vayas a revisarte con la persona indicada, una detección temprana puede ayudar a que tu vida sea más larga.
Me encanta saber que Karlita era y sigue siendo tan querida en el medio turístico para el que entregó su vida entera, dando lo mejor de ella hasta el final, alegre y luchando a pesar de la tempestad, consciente de que tenía un compromiso, primero con sus hijos ya que era pilar de familia, y seguidamente con Hard Rock. Gracias a todos quienes piensan en ella como ejemplo de lucha, seguramente estará agradecida como siempre fue ella, desprendida al dar amor y excelente para recibirlo”. Livia González.
“Hermanita, ¡qué bendición haber compartido la vida contigo! Cuántas cosas me enseñaste, sobre todo ese gran optimismo y fuerza que siempre nos demostraste, tú fuiste un gran ejemplo para todos nosotros, ¡gracias!”. Nidia González.
Su otra motivación, el trabajo
Como su familia lo sabía, después de sus hijos y su pareja, el motor de Karla era su trabajo; todos sus colegas coinciden en que además de ser muy buena en él, la pasión con la que lo desempeñaba era sorprendente; por eso quisimos también platicar con su segunda familia, ésa con la que pasaba más tiempo incluso que con la familia de sangre, y quienes fueron testigos de su batalla día a día.
La intención inicial era que enviaran sus pensamientos sobre Karla por correo y muchos lo hicieron con gusto, contentos por poder compartir con nuestros lectores todos esos buenos recuerdos y emociones que les despierta pensar en ella, y se los agradecemos mucho. Pero una persona en particular no lo hizo así, prefirió platicar en persona con nosotros. Recibimos a Jesús Morales, su jefe directo en Hard Rock Hotels, una mañana de octubre.
“Me senté como diez veces a escribir sobre ella y no podía, es difícil para mí poner en papel todo lo que siento, porque duele bien adentro pensar en Karlita y las ganas que tenía de vivir, y que ya no está aquí… Ella y yo nos conocimos hace seis años y hace tres me la llevé a Hard Rock”, comienza. Su aparente tranquilidad la traicionan las pequeñas pausas que hace, como para ordenar sus pensamientos y tomar un respiro. “Su enfermedad se la diagnosticaron seis meses después de que entró con nosotros y, ya ven, ella pasaba en la oficina tanto tiempo como en su casa, entonces fue un proceso en el que todos nos involucramos y lo vivimos muy de cerca”.
Se acuerda de esa Karla enérgica, que siempre llegaba al trabajo con una sonrisa a pesar de las dificultades y el dolor: “Ella fue un ejemplo de vida enorme, como amiga y como colaboradora. Amaba muchísimo su trabajo y estar atendiendo a sus clientes y se le notaba, fue una persona súper responsable y bien apegada a sus cuentas, todavía no puedo entender cómo a pesar de su enfermedad y que en ocasiones no estaba al 100%, fue nuestra mejor vendedora”. Hace una pausa necesaria… “Al final estaba muy cansada, ya casi no podía ni escribir, le dolía tanto todo el cuerpo, pero ella siempre hacía hasta lo imposible para que no se le notara y para seguir adelante… creo que trabajar le daba ánimos y lo necesitaba, sólo una vez me dijo que ya no podía más, y lo único que atiné a decirle fue: “No, Karlita, sí puedes, tienes que poder, síguele”, y ella sacaba fuerzas no sé de dónde y siguió hasta donde pudo, dejó de trabajar sólo quince días antes de irse, y fue porque de verdad ya no podía, a mí me dolió muchísimo dejarla ir, pero ella necesitaba ese tiempo para estar con su familia”, comenta con un hilo de voz.
Coincide con quienes la conocieron que ella amaba la vida: “Karlita era como nuestra mamá, era bien fiestera, le encantaba la banda… era bien comelona (es curioso cómo te acuerdas de esas cosas, ¿no?), fuimos una segunda familia, ella llamaba mucho a quienes la conocían y hacía que la quisieras sí o sí, como jefe y como amigo. Fue una persona que hasta el último momento no se dio por vencida, siempre estuvo luchando al pie del cañón y todos los que la queríamos no podíamos hacer menos que ella y por eso allí estábamos, creo que esa red que construyó alrededor suyo donde estábamos sus amigos, sus colaboradores, Pepe su pareja que fue importantísima, sus hijos y su familia, siempre intentamos sostenerla y la acompañamos hasta el final”.
En la vida real los súper héroes no existen, pero de cuando en cuando te encuentras con una persona que por su manera de ser te enseña que, sin súper poderes, tiene la capacidad de dejar huella honda en el corazón de quienes tuvieron el privilegio de conocerla, como Jesús: “Karlita tenía un ángel enorme y de verdad hasta el momento hay muchos clientes y amigos que la recuerdan; marcó la vida de todos con su ejemplo, de manera muy especial marcó mi vida, me dejó muchas enseñanzas y muchísimos recuerdos padres y también dolorosos; no sé qué más decir, simplemente fue una enorme mujer y es de esas personas que sé que jamás voy a olvidar”.
A ti, que estás leyendo este testimonio de la gran mujer que fue Karla González, madre, hija, hermana, amiga, que siempre tuvo alguien por quién luchar y lo hizo a brazo partido hasta el último segundo, queremos dejarte este mensaje: cuida tu salud, conoce tu cuerpo. Realízate revisiones periódicas, no esperes a sentirte mal para acudir al médico. Tus seres queridos merecen tenerte sano por mucho tiempo más. Hazlo por ellos. Hazlo por ti.
“Nuestra Karlita jamás bajó la guardia ni falló en su trabajo, ni por un solo momento. Ella fue una gran guerrera desde que se enteró de su enfermedad hasta su último día, jamás bajó los brazos. Hoy tenemos un ángel y una vendedora estrella en el cielo”. Bernardo Santillana.
“A Karla te la puedo describir con cuatro palabras: alegría, tenacidad, fidelidad y optimismo. Tuve el gran honor de conocerla cuando recién llegué a Vallarta y realicé mi primer viaje a Guadalajara para conocer el mercado de Grupos en la zona; decir que ella me recibió con los brazos abiertos y me llevó de la mano a conocer el mercado es poco, de ella lo que siempre supe fue que podría contar con su apoyo y su hermosa sonrisa, incondicionalmente. Fue una madre amorosa, fiel amiga, trabajadora incansable y una Mujer de Acero; tal vez se nos fue físicamente, pero está de más decir que todos quienes tuvimos la dicha de conocerla y convivir con ella la recordaremos para siempre.” Manuel Rubio.
“Fue un privilegio habernos encontrado, haber compartido días de oficina, tardes de pláticas interminables y noches de diversión. Karla fue una mujer que luchó por todo lo que soñaba, siempre orgullosa de todo lo que había logrado. Su motor: Dios, sus hijos, su familia y su compañero de vida. Siempre estuvo más que orgullosa de ser parte de la familia Hard Rock. Ella me enseñó que no hay pretexto para no luchar por lo que queremos y tampoco para no cuidar nuestra alma y nuestro cuerpo; el haber vivido tan de cerca su cáncer de mama me enseñó que debemos ser conscientes de revisarnos periódicamente y contar con un seguro de gastos médicos. Pero sobre todo, debemos rodearnos de personas que hagan bien a nuestra alma. Recuerdo que en momentos difíciles ella no hacía más que hacerme reír; me enseñó que no hay mejor cura que la fuerza con la que luchas contra esa enfermedad. Fue una mujer que nunca dejó de luchar, trabajar y entregarse a todos sus sueños y todos la conocimos como una mujer feliz, valiente y luchadora. No alcanzarían todas las líneas para expresar todo lo que me enseñó mi “wera”, y hoy sé que aún en los momentos más difíciles sobran motivos para reír y luchar”. Diana Montero
“Cuando conocí a Karla me recibió con una gran sonrisa y un “bienvenida Ady”; siempre me hizo sentir una confianza plena y a pesar del mundo de trabajo que ella siempre tenía, me dedicó su tiempo y paciencia. Convivíamos mucho e incluso en ocasiones comíamos juntas o nos íbamos de compras porque era una de sus especialidades y pasiones. Le encantaba la fiesta, la música, tenía muchos amigos, siempre sonreía y ayudaba a los demás, recuerdo que en los semáforos repartía hasta su comida a los niños y viejitos, tenía un gran corazón y amaba profundamente su trabajo, trabajaba para ser un ejemplo para sus hijos, para que sus dos “changuitos” (como ella los llamaba) se sintieran orgullosos de su madre, y así fue, hasta el último momento luchó por lograr sus metas. A Karlita la admiro muchísimo, le agradezco todas sus enseñanzas y a veces siento que echándome porras ya desde un bello lugar. Karlita está y vive aquí en nuestros corazones, su risa explosiva y su esencia están presentes todos los días, fue una persona que dejó una huella imborrable en todos quienes la conocimos”. Adriana Villanueva.
“Karlita fue una bella guerrera y amante de la vida que luchó contra al cáncer, su cuerpo no lo resistió pero su alma se elevó para vivir la vida eterna y cuidar de su familia en espíritu. Siempre será un recuerdo de ánimo, fuerza, alegría, esperanza y optimismo para todos los que tuvimos el privilegio de conocerla”. Jorge Benavides
“Conocí a Karla hace 7 años cuando trabajamos en Azteca Turística; desde el inicio nos hicimos muy buenas amigas, nos reíamos mucho ya que ella era muy ocurrente, todo el tiempo estaba de buen humor. Aunque después tomamos diferentes rumbos en lo laboral, continuamos en contacto. Ella fue una excelente persona, amiga y consejera, era muy fácil quererla. Cuando le detectaron cáncer de mama, aunque fue una impresionante noticia siempre se mantuvo optimista y nunca perdió su buen humor y a pesar de su enfermedad siempre la veías luchando y trabajando para darles lo mejor a sus dos hijos, Carlos e Iván. Me siento realmente muy afortunada de que nuestros caminos hayan coincidido y de llegar a ser amigas. Karla fue una mujer ejemplar, gracias a ella aprendí a valorar más la vida, lo que tengo y a quejarme menos de lo que no tengo. Desafortunadamente ya no está con nosotros, pero hasta la última vez que la vi me hizo reír como siempre; ahora la recuerdo con mucho cariño y emoción y sé que todos los que la conocimos sabemos que era una maravillosa persona y amiga. Podría llevarme horas hablar de ella y aun así me quedaría corta, sólo sé que ella cumplió su misión en este mundo y nada sucede por casualidad, todo tiene un plan secreto, aunque nosotros no lo entendamos”. Rubí Moreno.