Lo que se mama no se olvida
El amor de madre, la comida y la educación siempre tendrán presencia en nuestra vida.
Gozar viendo a una madre dar pecho a sus hijos es una delicia. El amor más puro es el que viene del ser que nos dio la vida; el amor más grande es el que dan las madres a los hijos, el alimento que nutre, que la naturaleza ha creado en ellas a través de la leche materna.
Cuando uno va creciendo, recibir el alimento que en casa se prepara es, lo tenemos bien claro, amor que se genera en las cocinas de los hogares; en cada casa donde se cocine, donde se encuentre un fogón encendido, significa que se está cocinando amor.
El otro día compartía mi sentir de cómo a los cocineros se nos da el placer más hermoso, que es precisamente ése, el de cocinar, dar en cada platillo lo mejor de nosotros mismos y que llegue al paladar de nuestros comensales para alimentar, apapachar y hacer vibrar; y si con nuestro trabajo logramos hacer alguna conexión, ésta será recordada porque aparte de alimentar y cumplir con la función primaria de quitar el hambre, tiene otra función quizá más importante: alimentar el alma.
Dar de comer nos genera muchos sentimientos; siempre he dicho que todos mis recuerdos tienen sabor: el sabor de una fiesta de cumpleaños, las emociones de una boda, las alegrías de un bautizo, algún recuerdo triste como las meriendas después de rezar un rosario por el descanso eterno de un ser querido, una mesa compartida con el enamorado, los sabores de los viajes que nos hacen salivar y (cerrando nuestros ojos) nos transportan a un lugar lejano y determinado, los gustos de las comidas compartidas con los amigos, las risas, la amistad bañada por un buen vino y alimentada por un delicioso manjar y también las preocupaciones compartidas tienen un gusto particular… muchas veces en una plática de café se quedan las angustias.
Necesitamos de la comida para sobrevivir, pero la comida está unida en forma muy cercana con los sentimientos; los alimentos afectan a las sustancias químicas del cerebro que controlan el estado de ánimo, el apetito, los pensamientos, las sensaciones y las acciones. Por ejemplo, una sustancia química que afecta el estado de ánimo es la serotonina; al final somos lo que comemos y hay que aprender a entender y controlar estos sentimientos.
Los recuerdos de la infancia se verán llenos de azúcar, caramelos y pasteles. ¿Cómo no recordar una sopa caliente cuando nos sentimos enfermos en una tarde de invierno? Asociamos algunos alimentos con premios ante un triunfo de trabajo, o al finalizar la carrera, o también con frustraciones cuando recordamos alguna comida que no nos gustaba y que por disciplina había que comer, porque era parte del crecimiento y el aprendizaje. La comida puede ser un arma para tratar el estrés, el aburrimiento y el enfado, y comer alimentos que nos gustan es una forma de reconfortar y hacer que pase el mal momento; nos acercamos a la comida chatarra con la excusa de no tener tiempo y hacer una comida rápida, y comer para reconfortar también es una forma de comer emocionalmente.
Comida, emociones, sentimientos, todo ligado a un principio básico; nutrir cuerpo, alma, mente; y así como la madre entrega su amor en esa leche materna y la contemplación de un hijo que está unido por una boca a un pezón, los cocineros nos vemos unidos por un plato, y al llegar a la boca de nuestros comensales, sin pedir permiso, nos metemos y nutrimos, porque hemos dejado en nuestro trabajo nuestro amor.
Las buenas cosas de la vida se maman…