Carta Editorial 112
El doceavo está por terminarse y de nueva cuenta estamos frente a ese espejo que nos muestra un imagen de nosotros mismos y nos dice no sólo que hemos envejecido un año más, “aun que no lo parezca claro”, ese espejo imaginario en el que, si enfocamos bien, nos ref leja un poco más que lo evidente, tal vez logramos volver a ver vivencias no tan positivas que nos irritaron y que literalmente nos hicieron jalarnos los cabellos, esas situaciones tristes, propias y ajenas que nos sacaron más de una lagrima, esa indignación e impotencia que sentimos más que nunca por tener un gobierno corrupto, ignorante y autoritario que desaparece personas como solución ante situaciones que le incomodan, y que pretendiendo que no se sepa ni se escuche nada, le resulta lo contrario; que todo el mundo se entera y escucha a gritos un México herido, pero más vivo que nunca, aunque también alcanzamos a ver entre toda esa telaraña de mezquindad política la esperanza de saber que hay mexicanos valientes, valiosos que sí trabajan honestamente en México, a favor de México y de su gente.
También en esa retrospección volvemos a ver lagrimas en ese reflejo, pero esta vez de alegría al ver los triunfos de nuestros seres queridos, la graduación de un hijo, el logro de un compañero, la apertura de ese negocio que tanta ilusión nos hacía, el fortalecimiento de tu agencia de viajes , cualquier cosa que por más pequeña que fuera nos hizo sentirnos orgullosos y por supuesto que también nos reímos no sólo de nuestros problemas, si no también de gusto y alegría y por eso quizá en esa imagen, sí aceptemos que hay una arruga más en el rostro, y al verla volvemos a sonreír por que estaremos recordando esos momentos que hacen que haya valido la pena este año tan lleno de todo.